Ya lo advertía la historia del Campeonato Europeo de Balonmano Masculino, este es uno de los campeonatos más complicados y agotadores de todos, hasta el punto de que muy pocas selecciones han conseguido ganarlo, mucho menos hacerlo en más de una ocasión.
Alemania ha entrado en ese selecto grupo de selecciones que ven de nuevo la medalla de oro (la primera fue en 2004 cuando se celebró en Eslovenia). Esta vez ha volcado toda su fuerza y espíritu en conseguirlo pero lo cierto es que no le ha sido excesivamente complicado lograrlo, con un marcador final de 24-17 frente a una selección española menos efectiva en defensa de lo normal y mucho menos en ataque. España se queda por tanto con el mérito de ser la selección que más medallas de plata atesora en el Campeonato Europeo, 4 en total, pese a que no tiene ninguna de oro por el momento.
Contra pronóstico, Alemania consiguió llegar a las finales, ganar in extremis a Noruega por la mínima y entrar a la final contra España, selección que le había ganado en la primera fase 32-29. La venganza se sirve fría, pero los alemanes en la pista estaban de todo menos congelados. Se movían con una dureza imparable, una efectividad a prueba de bombas y, sobre todo, un portero que se ha ganado a pulso firme ser considerado el mejor del campeonato, Andreas Wolff.
Casi 2 metros y 105 kilos de peso guardaban con celo la portería alemana que en el primer cuarto de hora apenas vio 2 balones cruzar la línea de gol. La flexibilidad de Wolff, sus reflejos y la férrea defensa alemana desmoralizaba a una selección española cada vez más nerviosa y equivocada en su estrategia. Ahora España tendrá que jugarse la entrada al Mundial de Río en los preolímpicos y esperar a tener otra oportunidad para ganar el Campeonato Europeo en 2018, esta vez en Croacia.